sábado, 26 de diciembre de 2009

Discurso de Marco Aurelio Chavezmaya al recibir el Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños 2009

Con Francisco Hinojosa, miembro del Jurado

Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños, 2009

(Fundación para las Letras Mexicanas, Fondo de Cultura Económica)

Señores del presidium: En algunos de los correos electrónicos que envié para invitar a mis amigos y familiares a este acto, les decía que, como parte del programa y luego de este breve mensaje y la lectura de algunos poemas (y dada la alegría que implica este galardón), yo me envolvería en nuestra bandera tricolor y me arrojaría al vacío desde una torre del Castillo, como hace muchos años hizo Juan Escutia.

Bueno, les anuncio que no lo haré (todavía tengo mucho que escribir), lo que sí haré será envolverme en la bandera de la nostalgia para empezar a contar a ustedes un poco quién soy y qué es este libro llamado El niño en su casa del árbol de la vida.

Muchas veces, en el pasado, me pregunté cómo fui a salir escritor en un ambiente con una escasa tradición literaria. Soy bisnieto y nieto de músicos, mi padre es orgullosamente herrero, oficio que también aprendí en la infancia y adolescencia. Mi abuelo materno fue taumaturgo y zapatero remendón, y su hijo, mi tío, era pintor aficionado. En mi casa de Metepec, donde nací y viví hasta los 17 años, sólo había dos libros, o sólo recuerdo dos: Cien poesías escogidas y Genoveva de Brabante. Había una enciclopedia estudiantil y después hubo una enciclopedia Dánae y un diccionario Larousse ilustrado. Eso era todo.

Pero ahora, cuarenta y tantos años más tarde, comprendo que detrás de mí sí había una tradición literaria, una poderosa tradición oral. Porque si bien no abundaban los libros, mis padres habían aprendido bien sus lecciones y traían a cuestas su D’Amicis, su Verne, su Salgari, su María Enriqueta, y las Rosas de la infancia florecían en ellos. Mi madre me cantó nanas a su debido tiempo, me enseñó a escribir a los cinco años (recuerdo tardes y tardes arrastrando el lápiz, mi mano llevada por su mano, dibujando aquella inolvidable caligrafía palmer) y mi padre nos contaba cuentos antes de dormir. Cuentos inventados, claro, donde mezclaba tramas de las mil y una noches con escenarios de cuentos de hadas; cuentos fantásticos todos ellos, siempre inacabados. Por cierto, todavía estoy esperando el final del pájaro de mil colores.
Lo diré, pues, rápido y sencillo: soy escritor gracias a mis padres. ¿Recuerdas, padre, que nos trajiste al Castillo de Chapultepec cuando éramos niños mis hermanos y yo? Ahora que estamos aquí de nueva cuenta, en este Alcázar que conocí entonces y al que regresé décadas después con mis propios hijos, quiero aprovechar para reconocer una vez más, de manera pública, esas viejas palabras, esas enseñanzas que tú y mi madre me brindaron y que me condujeron finalmente al oficio literario.
Para hablar del libro premiado diré que nunca había escrito poesía para niños. Al preguntarme sobre el tema respondo que para mí era un desafío, que les debía a mis hijos algunos versos que nunca les pude regalar cuando eran más chicos; esas son las verdades racionales que me gusta argumentar. La verdadera motivación, como es de suponer, es más profunda.

Hay un verso de Fernando Pessoa que me gustó desde que lo leí y que ahora viene al caso: “El niño eterno me acompaña siempre”. Yo siempre fui un niño de huertos, de ciruelos, de capulines, de milpas de la abuela, de explorar el cerro de mi pueblo. Acaso este libro es únicamente la pretensión desesperada de recobrar en mi madurez el rostro oculto de mi propia infancia. María García Esperón, ganadora de este premio en una edición anterior, ha dicho que “Tocar el misterio de la propia infancia es una de las experiencias más intensas y transformadoras que pueda tener un adulto”. Estoy de acuerdo. Escribir los poemas de este libro ha representado probablemente una suerte de rescate entrañable de la infancia ideal que viví por momentos.

La estructura del libro es simple: a lo largo del día (mañana, mediodía, tarde, noche) el niño observa y actúa en el mundo que lo rodea. Los escenarios son la casa, el huerto, la escuela y aun la ciudad. Y a su alrededor hay una madre y un padre y un gato. Pero acaso la presencia fundamental sea la de su abuelo alfarero.

Yo quisiera expresar que el libro es asimismo un homenaje a los viejos de mi pueblo que me contaron tantas historias, un homenaje también al oficio primordial de Metepec, que es la alfarería (ahí está la inefable presencia del árbol de la vida como metáfora y paradoja). Una de mis preocupaciones formales fue expresar los asuntos trascendentales de la vida (la fugacidad del tiempo, el amor, la muerte, el desastre ecológico) con un lenguaje lo más sencillo posible. Si lo conseguí o no, les tocará a ustedes decirlo en su momento. Quisiera expresar muchas cosas acerca de esta obra, pero tampoco es tan sencillo. Todo libro, como es sabido, es más –o a veces menos– de lo que su autor pretende.

Es un orgullo legítimo, un enorme orgullo, un privilegio, una alegría profunda, ser ganador de este premio en su edición 2009. La verdad de Perogrullo, como todo el mundo lo reconoce, es que este premio, que convoca la Fundación para las Letras Mexicanas y el Fondo de Cultura Económica, ha marcado un antes y después en la escritura y divulgación de la poesía para niños en lengua española y en la literatura infantil en general. No sé a quién o a quiénes se les ocurrió, pero desde aquí manifiesto mi modesto y sincero reconocimiento.

Para terminar diré que las primeras versiones de estos poemas fueron escritas en 2005. Entonces yo era coordinador editorial de la revista Castálida y alguna tarde me compré esta agenda del Fondo de Cultura Económica. Entre la oficina y el huerto de una casa rentada, bajo el ciruelo, empecé a escribir con una letra palmer (no tan bella como la que hacía mi madre) estos versos que luego de muchas correcciones han dado sus frutos. El hecho de que la primera escritura haya sido en una agenda del FCE y que el libro resultante vaya a ser editado por esta misma casa editora es una coincidencia admirable, esos azares casi milagrosos que sólo la poesía nos puede brindar.

Muchas gracias.

Castillo del Chapulín, 3 de diciembre del 2009.

Marco Aurelio Chavezmaya

Premio Hispanoamericano de Poesía: comunicado de Conaculta



Recibe Marco Aurelio Chavezmaya el Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños 2009
Comunicado Núm. 2043


***Destacan la importancia de este reconocimiento, que llega a su sexta entrega

***Entrega el galardón la presidenta de Conaculta, Consuelo Sáizar, quien asistió en representación del secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio


Una iniciación a edad temprana en la poesía puede durar toda la vida y contribuir a enriquecer de manera permanente el mundo del ser humano. Esta fue la reflexión compartida por Miguel Limón Rojas, presidente de la Fundación para las Letras Mexicanas durante la entrega del Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños 2009, que tuvo lugar este jueves en el Alcázar de Chapultepec.

Ante un grupo de profesores invitados se llevó a cabo la ceremonia de premiación de la que es la sexta edición de este prestigioso galardón literario (se creó en 2004) impulsado por la Fundación para las Letras Mexicanas, en colaboración con el Fondo de Cultura Económica (FCE), que este año quedó en manos del escritor mexiquense Marco Aurelio Chavezmaya por su obra El niño en su casa del Árbol de la vida, que se publicará en el FCE.

En el acto estuvieron presentes Consuelo Sáizar, presidenta de Conaculta, en representación del secretario de Educación Pública, maestro Alonso Lujambio; Francisco Hinojosa, escritor y miembro del jurado calificador; Bernardo Quintana, presidente del Patronato de la Fundación para las Letras Mexicanas; y Luis Ignacio Sánchez Gómez, administrador federal de Servicios Educativos de la Secretaría de Educación Pública en el Distrito Federal.

Quien fuera secretario de Educación Pública, Miguel Limón Rojas, resaltó el valor que tiene la poesía en la etapa infantil, se refirió a la labor de aquellos escritores preocupados en este sector de la población.

“Este género de la literatura –expresó Limón Rojas– constituye para los poetas un reto de gran tamaño. Responder a la exigencia de los niños en el ámbito de la imaginación requiere de un estado de espíritu que no es frecuente y que hay que saber preservar, de ahí el valor de poder contar con libros cuyo contenido pueda armonizar con la sensibilidad de quienes recurren a su fantasía”.

El escritor Francisco Hinojosa hizo referencia al potencial que tienen los menores para apreciar la poesía y pidió no subestimar su capacidad para disfrutarla: “Si elegimos para ellos la poesía adecuada los podríamos cautivar con las imágenes, metáforas y los símbolos que suelen acompañarla. Los niños saben leer y escuchar poesía”.

Muestra de ello es el libro de Chavezmaya, El niño en su casa del Árbol de la vida que, a decir de Hinojosa, es una poesía que transcurre con gran claridad, sin que nada le falte ni le sobre; un libro peculiar porque narra la historia de un niño que observa a los demás desde su árbol, que es más que una simple casa, sino un observatorio, una historia.

El momento esperado para el autor ganador llegó. Después de recibir el reconocimiento, compartió momentos que fueron determinantes en la elección de su oficio como escritor y que están relacionados directamente con sus padres, a quienes les agradece el haberle inculcado el gusto por la palabra sin haber sido una familia con tradición por los libros.

“Mi madre me enseñó a escribir a los cinco años. Todavía recuerdo cuando arrastraba mi lápiz todas las tardes. Mi padre me contaba cuentos inventados antes de dormir. Por eso digo con certeza y de manera sencilla: soy escritor gracias a mis padres”, dijo el autor galardonado.

Chavezmaya confesó que jamás había escrito poesía para niños; sin embargo era una especie de deuda que tenía con sus hijos, una suerte de rescate de su infancia y una especie de homenaje a su tierra de alfareros, Metepec. Por fortuna, en el andar se topó con una frase emblemática dicha por el poeta Fernando Pessoa que lo motivó a asumir el reto: “El niño eterno me acompaña siempre”.

El autor mexiquense agradeció a las autoridades culturales la existencia y permanencia de este premio, ya que está convencido que hay un antes y un después en la literatura infantil.

Tras sus palabras, la presidenta del Conaculta felicitó al autor, de quien citó una frase que resulta significativa para entender su propuesta: “La imaginación es una abeja encerrada en el panal de mi cabeza”.

La presidenta de Conaculta destacó el valor que tiene el Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños al señalar que los galardones son importantes por cuatro razones: monto, continuidad, jurado y la posibilidad de que los ganadores van haciendo su propio legado y van conformando un linaje que cobija al siguiente. Y este reconocimiento cumple con las cuatro características.

Finalmente el presidente del Patronato de la Fundación para las Letras Mexicanas, Bernardo Quintana, reafirmó el compromiso de esta instancia para seguir contribuyendo en la educación de los niños, impulsando a autores que legan una literatura que influye en la formación integral de los infantes: “Creemos en el poder de la literatura para crear seres más libres”.
GJB México / Distrito Federal

Chavezmaya recibe Premio Hispanoamericano de Poesía. Nota de El Universal


Chavezmaya recibe Premio Hispanoamericano de Poesía

Durante una ceremonia realizada en el Castillo de Chapultepec y encabezada por la presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el vate obtuvo un diploma y un cheque por 200 mil pesos

Notimex
El Universal
Ciudad de México Jueves 03 de diciembre de 2009
14:48 El escritor Marco Aurelio Chavezmaya (Metepec, Estado de México, 1960) recibió el Premio Hispanoamericano de Poesía para Niño 2009 por su libro El niño en su casa del árbol de la vida.

Durante una ceremonia realizada en el Castillo de Chapultepec y encabezada por la presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) , Consuelo Sáizar, el vate obtuvo un diploma y un cheque por 200 mil pesos.

Al hacer uso de la palabra, el galardonado evocó a sus abuelos y ancestros, todos ellos 'músicos, herreros, zapateros remendones y pintores aficionados'. Habló de manera especial de su madre y padre, y de su amplia herencia cultural.

'En mi casa de Metepec, donde viví hasta entrada mi juventud, no había más que dos libros. Sin embargo, la tradición oral y las letras siempre estuvieron presentes a través de la escritura Palmer que me enseñó mi madre desde niño'.

Tras la evocación anterior, sumó a sus recuerdos la época en que su padre, noche tras noche, le contaba un cuento fantástico antes de dormir. 'Eran historias con historias conocidas, leyendas y algo de su invención', agregó.

En ese sentido, ante autoridades culturales y educativas, amigos, familiares y maestros, a los que él mismo invitó para compartir la alegría de la ocasión, Marco Aurelio Chavezmaya reconoció que 'soy escritor gracias a mis padres'.

Narrador y poeta, el galardonado señaló en su alocución que nunca antes había escrito poemas para el público infantil, 'pero se los debía, sobre todo a mis hijos, a quienes siempre les quise escribir poesía, desde que ellos eran niños'.

Por eso, dedicó su libro a los niños, a sus hijos, a sus padres y a los viejos de su natal Metepec. Luego comentó que las primeras versiones de los versos que integran 'El niño en su casa del árbol de la vida' las escribió en el año 2005.

La titular de Conaculta destacó que los premios literarios destacan por cuatro aspectos básicos: 'Por el monto, por la continuidad que pueden tener, por el jurado y porque los premiados crean un linaje que cobija a los siguientes'.

mzr
 
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